sábado, 1 de diciembre de 2012

Lamento haber visto Troll

Bolgor analiza...
Es tan mala como parece.
Corrían los años ochenta, década de atrevimiento y perversión extrema y los cines estrenaban películas casposas que hoy en día ni siquiera pasarían el control de calidad más laxo. El género de monstruitos de goma y muertes entretenidas vio su apogeo con buenos ejemplos como lo fueron Leprechaun, Ghoulies, perfectos exponentes de lo cutre (vaya, ya he usado la palabra cutre, tendré que usar el diccionario de sinónimos de aquí en adelante para no resultar repetitivo).
En este contexto, John Carl Buechler, un polivalente director sin mucha piedad, nos ofrendó en 1986 con la pintoresca Troll, película sobre la terrible venganza de un ser deforme y enano (interpretado por el eficaz Phil Fondacaro) con singulares habilidades. Singulares y bastante gore, todo hay que decirlo.
 
Buechler, con un colega.
Poblada por personajes irritantes y algo idiotas, Troll (Torok el Troll en España) cuenta (mal) la alegre historia de los Potter, una familia prototípica norteamericana que se muda a un edificio de apartamentos donde les espera algo más que las cucarachas o unas revistas porno añejas dejadas atrás por el anterior inquilino... Les aguarda el mal.
Y bien mal que debió ser concebido el troll por sus padres, porque mira que es feo y deforme el cabrón, parece una versión desmejorada del gnomo Hoggle de Dentro del Laberinto. Pero no adelantemos acontecimientos todavía, pues el detrimento físico de este infraser no es ni por asomo lo peor de la película. Porque como bien dicen, del Infierno solo el Diablo te ayudará a salir.

Recreáos en su grotesca apariencia.
Cuando los Potter, inspirados por las ingeniosas frases del cabeza de familia Harry (sí, en efecto, eso lo convierte en el señor Harry Potter, jua jua jua), llegan a su nuevo hogar, la hija pequeña se adentra en el sótano del edificio que ha sido convenientemente reacondicionado como lavandería. Allí sale de la puta nada el troll, quien la hace desaparecer y adopta su forma para pasar desapercibido entre los humanos (desconozco las motivaciones del troll para hacer esto).
Es una curiosidad espeluznante el hecho de que el señor Harry Potter lleve un gorro del Betis. Sí, va en serio:
Escalofriante.
Al poco hacen aparición los vecinos atontados del edificio, una selección de especímenes sin desperdicio entre los que se halla la hermosa y joven Julia Louis-Dreyfus, más conocida por su papel de Elaine en la comedia televisiva Seinfeld.
Bueno, pasando de esta gente, el caso es que la hija de los Potter comienza a demostrar un comportamiento rabioso y encabronado que termina por gestar una cierta preocupación en el idiotizado seno familiar. Pero que estén algo preocupados no significa nada, pues nadie toma medidas... Excepto el hijo, Harry junior, quien sospecha que algo anda mal (debió ser el único que acudió al reparto de cerebros).

Sonny y Cher. En color.

Primera víctima: El soplagaitas

Resulta que al día siguiente de la mudanza, el troll (camuflado como la hijita de los Potter, recordemos) sale al rellano y le da por colarse en la casa de uno de los vecinos, un soplagaitas llamado Peter Dickinson (que es como apellidarse Póllez o algo así) que va de vividor ligón. Como curiosidad, está interpretado por el polifacético cantante y político Sonny Bono, ya fallecido, que no es otro que el ex-compañero de Cher cuando se llamaban Sonny y Cher. ¿A que os he dejado con el culo torcido?

Después de marearlo un rato por la estancia, revela su verdadera forma, lo cual le causa un susto de muerte al tío este, quien trata de huir mientras lloriquea como una nena. Pero no escapa y el troll le pincha con una aguja que le brota del anillo, lo que tiene efectos devastadores y vegetales en nuestro adorable vecino: Se transforma en un enorme capullo verde (antes era solo capullo a secas) en una transformación tan viscosa, grotesca y repulsiva como divertida. Cuando toda la casa está cubierta por una nueva vegetación, salen de ella multitud de muñecos ortopédicos y más feos que pegarle a tu padre con un calcetín lleno de monedas.

"Cher, ¿por qué me has abandonado?"

Mientras esto sucede, Harry Potter junior hace amistad con la viejuna del edificio, una especie de Agatha Christie con mala leche. También asistimos a un hortera numerito de Harry padre, quien se excita sexualmente escuchando sus decrépitos discos de vinilo.

Segunda víctima: El militar ligeramente retrasado

el troll eternamente encabronado entra en casa del vecino militar y también le sorprende, solo que este consigue pegarle un tiro sin ningún efecto, ya que la bala atraviesa al monstruito como si nada. A este también le clava su agujita del mal y a pesar de no ver sus efectos, podemos imaginarlos ya que después su salón está dominado por una frondosa vegetación de la que también surgen extrañas criaturas de desafortunado aspecto (una se parece a Julio Anguita).


La vida continúa para los Potter, quienes siguen sin sospechar que su hija es un maldito ser dantesco de otra dimensión. pero cordial, pues se hace amigo de otro vecino, un enano llamado Malcolm al que invita a cenar en una secuencia que delata (una vez más) lo tontos que son los miembros de esta familia, al ver con buenos ojos el que su hija pequeña traiga a casa a un hombre adulto cargado con una botella de bebida alcohólica. Liberales y tal.
Durante la cena, el hombre de reducida estatura se pone a recitar un poema medieval a la vez que en los pisos de las anteriores víctimas, los engendros del bosque, esos diminutos abortos horripilantes, se ponen... ¡A cantar! Pero qué versátiles, coño.

Los monstruos cantando.

A todo esto, Harry (el hijo) está en cama por un desmayo que le provocó su hermanita, viendo en la tele un bodrio de película más nauseabunda que un excremento fresco de mandril, cuyas sugerentes escenas le ayudan a trazar una explicación a los fenómenos extraños de los que ha sido testigo últimamente.

Tercera víctima: La vecinita sexy y su novio ingenuo

Julia Louis-Dreyfus, excitante.
Lo de "víctima" puede ser interpretado de diferentes formas, pues a la joven Julia Louis-Dreyfuss le espera un destino menos desagradable que al resto: es transformada en una especia de ninfa de la naturaleza animosa y sensual. Será su novio quien, atraído y confundido por los nuevos encantos de la chica, se perderá en un bosque para ser pinchado por el anillo del troll mientras la muchacha se descojona.

Después de un rollo sentimentaloide y tristón por parte del vecino acondroplásico (Phil Fondacaro en un doble papel) en el cual nos enteramos de que va a morir de una enfermedad degenerativa de carácter indefinido vemos como la viejuna, que resulta ser una bruja bondadosa, va por los pasillos con una alabarda dorada aporreando las puertas, plano imborrable de mi memoria que resulta absurdo y ridículo a la vez. Poco después sabremos que con ese artilugio puede lanzar rayos azules que repelen a los pequeños engendros que han crecido entre los matorrales de las otras viviendas.

De fondo hay un bicho de la película Ghoulies.
Tras acoger de nuevo a Harry junior para tomar el desayuno (con una actuación de mierda serenidad impropia de la situación), la bruja le cuenta la historia de cómo el mago llamado Torok, su antiguo prometido (de hace siglos, por lo visto), fue transformado en troll por no sé ni lo qué, ni por qué, ya que no queda claro de lo mal que lo explica la tía. Vemos un retrato del antiguo Torok, que no es otro que el director de la cinta, John Carl Buechler. Menuda intervención que se casca, el amigo.
De todas formas, en un asombroso alarde de vil cobardía valentía y arrojo, la viejuna le encomienda al chico la putada trabajosa tarea de arreglarlo todo, dándole una de sus lanzas doradas. Claro, con la lanza ya está todo resuelto, ja ja ja, qué graciosa, la bruja.
Ahora llega la parte bizarra: La bruja se suelta el pelo y rejuvenece, volviendo a ser la guapa doncella de antaño, y agarrando otra de sus lanzas sale al rellano en busca de su antiguo novio el troll... Queda patente que el alcohólico guionista de esta película era un hombre de mundo con un efervescente intelecto lleno de ideas alternativas y giros argumentales incomprendidos que trató de plasmar lo mejor que pudo en las servilletas de la cafetería del manicomio.

Qué pasada, ya no hacen películas como esta. Encima, la tía amenaza al troll con mandarlo al Infierno si le toca un pelo a Harry... Pero a ver, ¿no acabas de mandarlo tú misma a una arriesgada misión que podría acabar con su vida...? Mujeres.

La perfecta fusión entre Angela Lansbury y Hildegard Von Krone.
Pues entre una cosa aberrante y otra, ya se va acercando el final de la película con monstruo grande incluido, el cual todavía tardará en llega gracias a los minutos de relleno con que los realizadores nos castigan sin piedad alguna.
Cuando Harry Potter Jr se interna en los dominios selváticos del troll y encuentra el cuerpo dormido de su hermana real, el monstruo grande les ataca y contemplo con estupor que tiene la forma de un murciélago hipertrofiado con ligeras características porcinas. Gruñe y lanza zarpazos al aire de forma imprecisa, delatando su naturaleza de hombre con disfraz de goma ochentero.
Cuando el monstruo se dispone a devorar a la niña, Torok el troll le clava la lanza dorada en un acceso de compasión final que produce la destrucción del mamífero hormonado (y también un espectáculo de rayos dibujados a mano). El troll ha fracasado en un arrebato de redención, ¿debemos considerarlo un ser bueno por sus actos de aparente bondad...? ¿Era Darth Vader bueno por salvar a su hijo al final de El Retorno del Jedi, aunque hubiese estado veinte años masacrando gente...? Pues no, ya que es un cabronazo.

Cuando todo ha terminado, la familia Potter se marcha del edificio en su coche con el cabeza de familia llevando de nuevo su horrendo gorro del Betis. La policía ha llegado ante los alaridos de la gente que contemplaba cómo el bloque de apartamentos era poseído por unas enredaderas gigantes en stop motion, y aunque se ven muy tranquilos, uno de los agentes entra a investigar, cayendo presa de... ¡Torok el troll!

Esta película debió cosechar algún tipo de éxito en su día, pues John Carl Buechler ha anunciado recientemente que planea rodar una nueva versión de Troll, seguramente insatisfecho con el resultado obtenido en 1986... Que Dios nos pille confesados.


Los dolores intestinales que me ha producido esta producción han sido contrarrestados en parte por la gracia que tienen algunas escenas, así como la carismática estupidez de sus personajes y diálogos, por lo que no puedo ser muy duro con su nota final: dos inodoros:

Bolgómetro: = Flatulencia con tropiezos.


Espero de verdad que este minucioso análisis os haya entretenido lo suficiente como para leerlo hasta aquí. Nos veremos en otro lamentable repaso fílmico.

* Ficha en IMDB.
* Ficha en CinEOL.
* Ficha en Rotten Tomatoes.

4 comentarios:

  1. ¿Sabes lo peor de todo?... que hubo segunda parte...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ...Y también tercera...
      Las desgracias nunca vienen solas.

      Eliminar
  2. Aparte de la calidad de la pelicula... y aunque este hecho no tenga nada que ver con la película en si, ¿Si llevara un gorro del madrid o del barcelona, ya no sería un hecho espeluznante? Siempre tirando por tierra todo lo que haya de Despeñaperros hacia abajo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Colocarle el inmundo gorrito del Betis en la cabeza al pobre actor es una cutrez como un castillo de grande. Me sigue produciendo escalofríos cada vez que lo miro.
      Tú sólo míralo, queda como el culo de mal. No me importa tu alusión a Despeñaperros ni si te ofende algo de todo este análisis.

      Eliminar

Un comentario no va a marcar la diferencia, pero te sentirás mejor.